domingo, 27 de junio de 2010

Un libro






Conseguí mi ejemplar de Gomorra en una versión pirata en el mercado de libros del Pasaje Núñez del Prado hará cosa de dos meses. Ayer terminé de leerlo.
Aunque a estas alturas, con la enorme difusión que ha tenido a nivel global, la cantidad de premios que ha recibido el autor y todos los artículos, reseñas y comentarios que el libro ha merecido, además de la película homónima premiada en Cannes, pueda parecer superfluo el que yo le dedique unas palabras aquí, no puedo dejar de señalar la impresión que su lectura me ha causado. Y esto por varias razones. En primer lugar porque no es frecuente tener la sensación de leer algo que de modo tan crudo exprese sin ambages la realidad económica de nuestra época, aquella de la que no se habla en los discursos políticamente correctos ni en los grandes medios. Más allá de la descripción de un tiempo y un lugar (el presente de las provincias en torno a Nápoles y el sur de Italia en general) al leer el libro de Saviano uno tiene la sensación de que lo que se describe es el funcionamiento de la economía capitalista en su estado más puro. Las conexiones entre el sur miserable que lava la ropa sucia del norte, que entierra sus excrementos y que se constituye en la contraparte inhumana necesaria para que pueda darse la civilización y el progreso en otras latitudes, son la realidad de este mundo, más que cualquier discurso bienintencionado del político de turno.
El mundo de la Camorra es el mundo de la gran empresa, el mundo del beneficio inmediato, la versión sin censuras del ultraliberalismo. En una tierra a donde el Estado no llega, se constituye el dominio de los clanes, como nuevas tribus hipersofisticadas que organizan su propio Sistema, enviando a sus alevines a estudiar economía a los EEUU o al Reino Unido. Sus negocios abarcan desde la alta costura de las grandes marcas italianas, a las empresas de construcción, la hostelería, el tráfico de armas y la gestión de los residuos tóxicos de las grandes empresas del norte. Cifras exorbitantes. Conexiones permanentes con la clase política. Blanqueado de dinero en negocios relacionados, por ejemplo, con el turismo en España y las Islas Canarias, entre otros lugares. Gomorra muestra de qué manera las actividades ilícitas están en la base de la economía visible, de qué modo todo está infiltrado por el veneno de las actividades criminales. Cómo en el origen está la explotación y la sangre de los que caen aplastados bajo la rueda de las maniobras económicas descontroladas.
Roberto Saviano tiene mi edad. Nacido en Nápoles, creció dentro de una cultura marcada por las actividades de la Camorra. En medio de asesinatos, detenciones, ascensos y caídas de cada uno de los boss de las diferentes provincias. Parecía que lo natural hubiera sido que se integrara en el "curso natural" de las cosas, que pasara a ser un afiliado, un empleado, un intermediario, un sicario:
"Convencerme de que formo parte del tejido conectivo de mi tiempo, y jugármelo todo, mandar y ser mandado, convertirse en una bestia del beneficio, un rapaz de las finanzas, un samurai de los clanes; y hacer de mi vida un campo de batalla donde no se pueda sobrevivir, sino sólo reventar después de haber mandado y luchado".
Sin embargo, Saviano, licenciado en filosofía, decidió hablar. Dos momentos especialmente emocionantes del libro hacen referencia al valor de la palabra como salvaguarda de la dignidad humana frente a la barbarie de las armas y las transacciones. Durante todo el libro uno no puede evitar tener en la cabeza la figura de Pier Paolo Pasolini, aquella voz que ningún poder podía acallar, aquel intelectual que tuvieron que matar para que dejara de hacer escándalo, aquel poeta insobornable, aquella "fuerza del pasado". Finalmente, en la página 230 de la versión en castellano, tras una noticia por la que Saviano se entera de la muerte de un albañil de una obra ilegal (uno de los 300 albañiles que mueren en similares condiciones al año en Italia, abandonados en medio de alguna calle desierta para que las indagaciones no descubran sus terribles condiciones laborales y paralicen las obras), el eco de un escrito de Pasolini, el "Yo sé" de sus Escritos Corsarios, un texto en el cual el poeta denuncia el silencio en torno a los abusos del poder criptofascista en la Italia de los 70, enciende la mecha que desencadena la determinación de Saviano a dar los nombres. "Yo sé, y tengo las pruebas", remata, tomando el testigo de su predecesor, cuya tumba en Casarsa va a visitar, según cuenta, para "reflexionar sin vergüenza sobre la posibilidad de la palabra". Junto a la tumba de Pasolini, en el cementerio de Casarsa, Saviano se siente menos sólo y en ese lugar comienza a articular su rabia.
El otro referente moral que menciona Saviano es don Peppino Diana, un sacerdote asesinado por la Camorra al contar el autor con dieciséis años, en marzo de 1994. Peppino Diana, hijo de una familia burguesa, había renunciado a una brillante carrera clerical en Roma para volver a Casal di Principe, su tierra natal, uno de los principales feudos de los clanes criminales, donde trató de denunciar los abusos y las masacres que el poder mafioso llevaba a cabo, en un documento titulado "Por amor a mi pueblo, no callaré", que repartió entre los fieles el día de Navidad. En una tierra donde reina el silencio y hacer como si no pasara nada es la ley que todos cumplen, un texto como aquel fue un verdadero estallido. Don Peppino trató, además, de desvincular por completo las actividades criminales de la fe cristiana, dado que la mayoría de los mafiosos se consideran fieles devotos, y muchos curas de la zona se han acostumbrado a hacer la vista gorda y a permitir que los "padrinos" oficien matrimonios y otros desmanes eclesiásticos. Finalmente don Peppino fue asesinado en su iglesia por unos sicarios a las órdenes de los Quadrano, una de las familias mafiosas de la zona. Poco después, ante el escándalo de haber asesinado a un sacerdote, comenzó una feroz campaña de difamación sirviéndose de la prensa local, en la cual se presentaba al cura como un putero que había querido abusar de la sobrina de un boss, un vicioso al que habían descubierto en orgías, etc. Según Saviano, "en la tierra de los clanes se invierte la teoría del derecho moderno". Si te matan, es porque algo habrías hecho. Eres culpable hasta que se demuestre lo contrario. Así se piensa. Y así quedó, según la prensa, que "Don Peppino Diana era un camorrista", en grandes titulares.
Tras la publicación y el éxito de su libro, Roberto Saviano ha sido condenado a muerte por los clanes de la Camorra. Ha tenido que renunciar a seguir viviendo una vida normal para permanecer oculto y con escolta permanente. No le han perdonado la atención que el mundo ha prestado de pronto a esa región olvidada del sur de Italia donde desde hace tiempo crece un imperio transnacional.
La lectura de Gomorra nos habla de una Italia en descomposición, y más aún, de una Europa que apesta a basura y a residuos tóxicos mezclados con fertilizantes agrícolas. Nos habla de un cáncer que se extiende mientras Berlusconi trata de aprobar leyes que impiden las escuchas judiciales. Es una lectura que genera rabia y asco. Una lectura necesaria.

miércoles, 9 de junio de 2010

Artículo

Un artículo muy interesante del economista Antonio González Viéitez:

http://www.canariasahora.es/opinion/5794/