viernes, 20 de noviembre de 2009

El arte... qué cosa más abstracta




1. Cuando cursaba la asignatura de Estética en la universidad, me emperré en que el profesor, una autoridad en la obra de Adorno, ex-alumno de Habermas, traductor de Hegel, autor de una veintena de libros sobre arte, que hacía a lo largo del curso un recorrido por diferentes categorías clave para la filosofía del arte (mimesis, expresión, und so weiter), me explicara la relación entre arte y valor. El hombre me rehuía, azorado, me decía que por ahí no se llegaba muy lejos, me decía que quizás leyendo a Dickie, en fin, que no lo veía yo muy seguro. Una obra vale lo que alguien esté dispuesto a pagar por ella y tal, como una casa, me decía el buen hombre, pero hablaba del precio, y yo le preguntaba por el valor.

2. "El arte... qué cosa más abstracta": la frase, antológica, es de Rocío Jurado, en paz descanse, después de salir, aturdida, perpleja, de una exposición de arte contemporáneo en el Thyssen, si no recuerdo mal. No me pregunten de qué o de quién era la exposición. Tanto da. La más grande lo tenía claro. Yo no tanto.



3. Arthur Danto: venerado entre los profesores de Estética que conocí en Barcelona. Es famoso sobre todo por la tesis del "fin del arte", relacionada con la "muerte del arte" hegeliana, pero despojada de la "grasa germánica" (así se expresaba un famoso profesor) de Hegel. La grasa germánica la podemos encontrar, además de en la barriga de Hegel, en la salchicha y en la cabeza de cerdo ahumada, especialidades teutonas donde las haya. No olvidemos que un alemán medio come a lo largo de su vida alrededor de un millón de salchichas, ungefähr. Para el señor que usó esta expresión, significaba la tendencia especulativa, metafísica, de la tradicón idealista alemana, culpable de todos los males y todos los totalitarismos, siempre siguiendo a este señor. A mí no me convence demasiado lo de denostar la grasa germánica. Además, la grasa protege del frío. A Joseph Beuys, artista germánico, le encantaba la grasa. Al señor profesor intelectual del grupo Prisa no le gustaba nada Joseph Beuys. Según Danto, cuya filiación es más bien anglosajona y analítica, como buen yanqui, el relato-Arte murió en 1964, cuando Warhol expuso sus famosas Brillo Boxes en la galería Stable, de la calle 64 East, Manhattan, New York, USA, Brillo Boxes indiscernibles de las que se podían encontrar en el supermercado. El camino lo había marcado Duchamp, y era la confirmación de la noción hegeliana que afirmaba que el arte se volvía filosofía, idea, (en muchos casos, chiste) y dejaba atrás las formas convencionales de representación, la artesanía, etc. Danto estaba encantado de que Warhol, su compatriota, hubiera terminado con los cinco siglos de la institución-Arte, alumbrando una nueva era, ¿de qué? Nadie lo sabe con claridad. Su tesis es el correlato en la teoría del arte de aquella idea de Francis Fukuyama, aquello del "fin de la Historia", cuando la URSS se vino abajo. Lo que viene después de la Historia del Arte (después de la "Era de los Manifiestos") es un "pluralismo maravilloso" en el que ningún estilo es más verdadero que otro. Danto es explícito: “el arte puede ser lo que quieran los artistas y los patrocinadores". Fin de la Historia: triunfó el totalitarismo mercantil.




4. Visto lo visto, la gente, además de hacer video-instalaciones y arte multimedia y happenings y arte conceptual y ready-mades, ha seguido haciendo sus cuadritos, pinturas, esculturas, más o menos en los mismos estilos de siempre. Con sus óleos y sus lienzos y sus cinceles y sus mármoles y sus bronces y todo eso tan retro, aunque parezca mentira. Y la idea del "artista" (o el mito del artista, más bien) sigue teniendo aceptación en la imaginación social, mira tú qué cosa. No hay más que leer las entrevistas a los artistas que se dan por aquí y por allá. Y, cosa aún más curiosa, se puede vivir del Arte, y vivir a todo tren además. El Arte es una cosa muy importante, aunque nadie sabe muy bien por qué. El Arte se paga caro, aunque no esté claro cuál sea su valor. Un documental interesante sobre la "burbuja" del mercado del Arte Contemporáneo:



5. Entonces, ¿sigue existiendo el Arte? El Arte con mayúscula es una noción netamente moderna. ¿Sigue existiendo la Modernidad? En parte sí y en parte no. Pues lo mismo con el Arte. ¿El arte como emancipación? Eso ya lo veo más complicado. ¿Qué artista en Europa o América del norte se enfrenta hoy al poder que le da de comer, o simplemente rehúsa el pacto característico con la clase dominante y las estructuras de dominio? Debe de haberlos, claro, pero naturalmente son desconocidos y casi nadie tiene acceso a su obra. ¿Qué artista sigue las tesis de Adorno hoy en día? En los setenta, cuando el arte era guerrero y zarrapastroso, con el apogeo del happening y la crítica política, todavía. Pero ya en los ochenta se convirtió en lo que es hoy: ocio de yuppies. Entonces no hay emancipación por ningún lado. En todo caso, el arte queda como símbolo de poderío, como símbolo de estatus, o bien, cuando se trata del arte subvencionado por las instituciones, como justificación de un presupuesto para Cultura (siendo tal presupuesto sobre todo un vestigio de épocas pasadas, del tiempo de la posguerra mundial, cuando los estados de la Europa occidental, para contrarrestar el prestigio cultural de la URSS, financiaban el arte de vanguardia y otros alaridos de libertad: piénsese, por ejemplo, en el papel de la radio pública alemana en la difusión de la obra de los compositores de vanguardia). Por otra parte, pocas instituciones públicas financian al cien por cien una exposición hoy día. Más bien, la institución co-financia, ayudada por sus socios privados, que, por medio de potentes fundaciones, desgravan ingentes sumas de dinero que de esta manera dejan de pasar a las arcas del Estado.





6. ¿Qué sabe nadie? Yo voy a las exposiciones de arte contemporáneo y lo que veo a veces me gusta y a veces no. Tampoco le pido gran cosa al arte contemporáneo. Que no sea moderniqui, le pido sobre todo. Lo que resulta infumable hoy es la mayoría de discursos sobre el arte. Casi ningún teórico del arte contemporáneo es interesante. Por lo menos, aquellos con los que me he topado. Rollistas, la mayoría. Los hay interesantes, desde luego, esos son los que crean las categorías, los que dan qué hablar. Danto es interesante, ameno (pese a ser medio facha). Por lo general, a los norteamericanos se les puede reconocer algo: no serán muy profundos, pero son amenos y claritos. Es un rasgo idiosincrático. En España es interesante el recientemente fallecido Juan Antonio Ramírez. Desde luego también hay filósofos o escritores o historiadores que siempre tienen algo interesante que decir y que colateralmente hablan de Arte, tal es el caso de Agamben, Jameson, Zizek, Zygmunt Bauman, John Berger y tantos otros. O en el ámbito hispano, el incombustible (e incomodísimo) Jose María Ripalda. O Marchán Fiz. La lista es amplia y heterogénea. El problema es cuando las categorías, los conceptos, salen al ruedo y pasan de boca en boca, y los artistas iletrados y los críticos mediocres (la mayoría) empiezan a usarlos para quedar chic, para dar a entender que saben. Mejor no lo hicieran. Mejor se limitaran a trabajar o a explicar de forma sencilla, de forma honesta, cosas que en la mayoría de los casos son sencillas de explicar. Entonces quizás se vería el escaso aliento y la superficialidad desnuda de una inmensa parte de la producción artística contemporánea. Pero lo cierto es que en muchos casos, existen teóricos que se dedican a arropar con profusión de citas y argumentos abstrusos la obra de sus amigos los artistas iletrados, para dar un poco de fuste y espesor a creaciones de andamiaje endeble. Por lo demás, como el mundo de los aficionados al arte está lleno de esnobs, y no hay mayores esnobs que los responsables institucionales de Cultura (así, con mayúscula, es una noción estrechamente relacionada con la de Arte, pero con más chicha) estos discursos se consideran imprescindibles si el artista quiere tener credibilidad. Resultado: sólo tienen credibilidad los artistas más superficiales. Oh, drama del artista contemporáneo. Al menos es así en provincias, discúlpenme si en New York City o en London Town las cosas funcionan de otra manera.

7. Pero no lo creo: “Es excitante, y te sacude, y hace que te dé vueltas la cabeza, es emocionante, te hace cuestionarte cosas, te hace cuestionarte la forma en que miras las cosas, te hace pensar en la muerte todo el tiempo, pero de una forma muy excitante, nueva e irreverente”. Así se expresaba (en el documental cuyo link he facilitado más arriba), una experta en arte anglosajona, acerca de la obra de la superstar Damien Hirst, el artista vivo más cotizado del momento.


8. Cuando hablo de los "artistas iletrados" no quiero decir que el artista deba ser un gran intelectual. Ni el artista plástico, ni el escritor, ni el músico, tienen por qué ser grandes luminarias filosóficas. Lo único que debe exigírseles es que sean honestos con su trabajo y que tengan los pies en la tierra. (Por otra parte, hablando de los músicos, a quienes conozco bien, he conocido músicos prácticamente analfabetos, músicos que apenas pueden balbucear tres palabras seguidas sin trabarse, que son capaces de tocar con un virtuosismo sublime los pasajes más difíciles de las obras más intrincadas. Está claro que en las artes, el intelecto juega un papel secundario). A mí me gusta la figura del artista-artesano, huraño, silencioso (hoy casi desaparecida), ocupado en su obra y reacio a dar explicaciones. Cuando al brasileño Cándido Portinari le preguntaban que qué era el arte, sólo respondia: "El arte es arte. O es mierda".





9. Aceptemos que esto de escribir "Arte", con mayúsculas es, como mínimo, una cursilada. Nadie escribe ya "Arte" con mayúsculas. El Arte, el arte, las artes, la Cultura, la cultura, las culturas: hay ahí un debate por suerte casi cerrado sobre nociones que encierran prejuicios de clase y prejuicios etnocéntricos. Diferentes artes, diferentes culturas: ha tenido que venir la antropología a poner un poco de orden sobre la estética. Eso no implica que no se eche un poco de menos al Arte, aquella institución inventada por Vasari, que confrontaba al mundo, que mataba y salvaba al Artista, que era una especie de santo moderno. De este sólo queda la caricatura, que es la que trazan los medios cuando hablan del artista contemporáneo, que desde luego no está preocupado por la emancipación o la redención, sino más bien por su caché y su estatus. El afán de gloria, decía aquel profesor de Estética de Barcelona, ese es el motor más poderoso. La obra, el mundo, son cosas secundarias. Al final la cosa queda en un juego de ególatras: el artista y el comprador.

10. Uno de los mayores coleccionistas de arte contemporáneo en España es Manolo Escobar. No es broma. Por lo visto el hombre sabe como el que más.

11. Sobre arte, hay tanto por decir...




---------------------------------------------------------------------------------------------

Ilustraciones:


1. Jeff Koons: Michael Jackson and Bubbles (1988)
2. Cy Twombly: Untitled VII from Bacchus Series (2005)
3. Andy Warhol: Brillo Box (1964)
5. Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona
7. Damien Hirst: For the Love of God (2007)
8. Tracey Emin: Bed (1998)
11. Odd Nerdrum: Shit Rock (2001)












lunes, 9 de noviembre de 2009

Karl Marx, immer noch


"El pobre es la condición absoluta de la existencia del capital".
(Karl Marx. Grundrisse. 1857-59)

1. Leo en una revista de variedades una entrevista con el cantante Sting, que afirma que "sigue siendo socialista", pese a ser millonario, tener cuatro mansiones y 100 empleados a su cargo. Me asaltan varias dudas: ¿Fue Sting alguna vez socialista? ¿Militó en algún partido o movimiento socialista? ¿Leyó a Marx? ¿Lo entendió? y, sobre todo, ¿se puede ser a la vez socialista y millonario como Sting? Es esta última cuestión la que nos escuece a muchos, lo he comprobado hablando con diferentes personas. Porque lo cierto es que no deja de ser frecuente encontrar entre las capas más altas de la sociedad, entre gentes que tienen hermosas casas de diseño, inalcanzables para el proletariado, o segundas y hasta terceras o cuartas residencias y un nivel de consumo desaforado, individuos que afirman ser comunistas de pura cepa, marxistas de toda la vida, ávidos lectores de la obra de Karl Marx y críticos furiosos del orden capitalista. Por supuesto entre estas gentes hay de todo, desde el cantantautor de los setenta, de origen minero, que hoy día sale en programas de televisión demostrando ser un experto en la cata de caviar, una vez se ha hecho rico cantando la desesperanza de los oprimidos, hasta profesores universitarios de origen aristocrático, que tras una juventud militante, han decidido hacer de la resistencia un trabajo de orden más bien teórico y algo difuso, y disfrutar discretamente de las rentas que su ilustre cuna les proporciona. Los hay más serios y más inverosímiles, más leídos o menos, más comedidos o más lenguaraces, pero los hay, ricos, a punta pala. Y es un fenómeno curioso.
2. Sin embargo, el asunto se remonta a los mismos orígenes: Friedrich Engels, como es bien sabido, fue el hijo de un acaudalado industrial de Bremen, que dirigió la sucursal de su padre en Manchester, pudiendo de este modo observar las condiciones de los obreros fabriles "en primera línea". Engels era un hombre de gustos burgueses, asiduo de los clubs de campo y amigo de muchos aristócratas británicos. Marx, por su parte, era pobre como una rata. Sin embargo Engels se ocupó y se preocupó en ayudar a organizar el movimiento comunista internacional, tratando directamente con las delegaciones de obreros que se personaban en Londres y empleó todos sus recursos en ayudar a construir el socialismo, para empezar ayudando a la supervivencia de Marx, que prácticamente no tenía medios de subsistencia y dedicaba la totalidad de sus energías al estudio, la redacción de obras y el trabajo de organización de la Internacional, teniendo a la vez a su cargo a una prole numerosa.
3. El Instituto de Investigación Social de Frankfurt, donde trabajaron Adorno, Horkheimer, Marcuse y demás intelectuales, orientado desde sus inicios hacia una crítica radical del capitalismo, con ciertas veleidades revolucionarias incluso, estaba financiado casi íntegramente (en sus inicios) por el capital de los padres de Felix Weil, magnates del comercio de grano, que importaban el cereal desde Argentina y lo vendían en Europa. Posteriormente pasó a depender también de fundaciones privadas norteamericanas, una vez depurado de todo nexo con el comunismo ante la caza de brujas macartista. Sea como sea, sus miembros procedían de la alta burguesía judía y (salvo trágicas excepciones) siempre mantuvieron su estatus económico, aun en los años del exilio.
4. Muchos de los autoproclamados izquierdistas de hoy en día, no han pisado una fábrica en su vida. No sólo eso: no han tenido jamás contacto real, contacto personal, con los sectores más humildes de la clase trabajadora. Muchas personas que dicen ser de izquierdas, no tienen el más mínimo interés en militar en una iniciativa política que critique colectivamente de manera radical al sistema, y mucho menos tienen la intención de exponerse personalmente en un conflicto que pueda poner en peligro su estatus o, simplemente, su comodidad. Marx, al tiempo que estudiaba, escribía y trabajaba en tareas organizativas, fue expulsado de tres países, Alemania, Francia y Bélgica, antes de dar con sus huesos en Londres, donde fue siempre vigilado por la policía británica. A veces he pensado que en esta actitud "izquierdista" de muchas personas hay realmente un rastro de esnobismo, de rechazo al orden imperante, no por injusto, sino precisamente por vulgar. Encontraríamos entonces una especie de esteticismo de izquierdas, una forma de distinción de la realidad social circundante en los ideales clásicos de la izquierda, que aún gozan de prestigio, o peor todavía, una especie de esquizofrenia en la que mientras se leen con deleite los pasajes más incendiarios del "manifiesto", se desprecia en secreto al trabajador de la barriada, o se le teme inconfesadamente por su rudeza, por su ignorancia, por su pobreza. No estoy exagerando, he conocido personalmente estas tipologías.
6. Otras veces, el marxista de turno ignora por completo la realidad presente de la clase trabajadora de la que no se cansa de hablar. Este es el caso de la mayoría de los grupúsculos de izquierda radical que he conocido. Este marxista se llena la boca de categorías decimonónicas, habla de revolución inminente, de necesidad histórica, de movimientos de masas, ante un auditorio de cuatro o cinco personas, normalmente estudiantes con poca formación o nostálgicos de clase media: la vanguardia revolucionaria, se entiende.
7. No obstante, hay un tipo de "marxista", relativamente novedoso, que me resulta especialmente antipático: el marxista charlatán. Es un sujeto que juguetea con el discurso marxista y emplea categorías marxistas alegremente, acaso sin llegar a entender bien lo que significan, dada la conocida dificultad de muchos pasajes de la obra marxiana. Este sujeto no es una persona "de izquierdas" (aunque quizás crea serlo) porque no le interesa mayormente un cambio en las estructuras políticas actuales. Quizás tal cambio le perjudicaría y lo sabe. Por eso le interesa más bien el juego intelectual, la cita descontextualizada, el uso presuntuoso de los términos, la simulación, la farsa. Le interesa el marxismo como fuente discursiva ornamental, los conceptos como cáscaras vacías. Como ejemplo de este uso fraudulento de la obra de Marx me viene a la cabeza una exposición que tuvo lugar hace algún tiempo en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria, que proponía convertir a Marx en una marca registrada de ropa, una iniciativa empresarial. El discurso manejado en torno a esta iniciativa era de carácter indudablemente "marxistizante": el mercado, el fetichismo de la mercancía, la subsunción del arte, bla bla bla. Un discurso de poquísimo calado, en cualquier caso, que no impidió a los artistas responsables vender bien la moto a quienes manejan los presupuestos para que estos corrieran con los gastos en publicidad (se empapeló la ciudad con carteles que anunciaban la marca Marx, como si se tratara de carteles de Zara o Mango). La ropa, por otra parte, que se podía apreciar y comprar en la exposición, era bastante fea. A mi entender, por más que se le den vueltas, por más que se le quiera ver el lado irónico (que es el único lado que sostiene una iniciativa así: el lado humorístico), el proyecto en sí tenía un carácter notoriamente reaccionario, perfectamente avalable por gobiernos de derechas como el canario o el madrileño. De hecho creo que los mismos artistas han hecho otras incursiones en esta especie de marxismo artístico en la comunidad de Madrid, con el beneplácito y el apoyo económico de los responsables culturales del PP.
8. Leo estos días dos libros de y en torno a Marx. El primero es una antología de textos publicada en los años 70 en la desaparecida editorial Cuadernos para el Diálogo, que incluye amplios extractos de la "Crítica a la filosofía del derecho de Hegel", "Manuscritos de Economía y Filosofía", "La Sagrada Familia", "Tesis sobre Feuerbach", "La ideología alemana", "Miseria de la Filosofía", "Las luchas de clases en Francia", "Trabajo asalariado y capital", "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", "Contribución a la crítica de la Economía Política", "La Revolución en España", "La guerra civil en Francia", "La crítica al Programa de Gotha" y los tres tomos de "El Capital". Es un libro de unas quinientas páginas que constituye un brevísimo recorrido por las obras más conocidas del filósofo. El otro libro es un volumen de conferencias de Enrique Dussel, titulado "Marx y la Modernidad. Conferencias de La Paz". Dussel dedicó quince años a estudiar línea por línea toda la obra de Marx, incluidos los inéditos que reposan en los archivos históricos de Amsterdam, y presume de ser un conocedor de primer orden del opus marxiano, al cual se acerca desde la filosofía de la liberación latinoamericana, en una lectura muy estimulante (casi filológica) que rescata un Marx para el siglo XXI, con profundas implicaciones para la ética, haciendo énfasis en categorías normalmente dejadas de lado por el marxismo tradicional, como "corporalidad", "pobreza" y "exclusión" (en lugar del tradicional reduccionismo clasista del marxismo acartonado).




9. ¿Por qué seguimos con Marx, erre que erre, a estas alturas, cuando nos cansamos de oír que el comunismo es historia, que Marx está "superado", que la ciencia económica ha demostrado que Marx no tenía razón, etc? ¿Por qué seguir, cuando los expertos afirman que el "valor trabajo" ha sido definitivamente sustituido por la ley de la oferta y la demanda? Estos días que se celebra la caída del Muro de Berlín, el triunfo de la "libertad", ¿qué hacemos leyendo a Marx, pobres de nosotros, anacrónicos, desfasados? Lo cierto es que la obra de Marx es una inmensidad que se ríe de todos estos tópicos. La historia de la URSS quedará como una nota al pie de página en el corpus marxiano. El Marx de la "ciencia económica" es un Marx reducido, mutilado, puesto que hoy tiene más vigencia, en mi opinión, el Marx de amplio espectro que realiza una crítica económica de corte antropológico (por ejemplo, el de los "Manuscritos de 1844") fundada en un profundo sentido de la ética, y siempre desde la filosofía. Como señala Dussel, el liberalismo económico, la economía moderna, hace abstracción del ser humano, convierte al humano en cifra, así pues "la economía no tiene nada que ver con el hambre": Marx hace justo lo contrario, comienza pensando el hambre, y sobre ella construye la economía, es decir, revienta los cimientos de la cosmovisión del dominio y pone en tela de juicio la misma realidad. Por eso decimos que es ante todo filósofo. Y es una decisión filosófica (y ética) poner el trabajo humano como fuente de valor, porque las fuentes de valor, que no pueden tener precio, son dos: el ser humano y la naturaleza, creadores de todo valor. Por eso la economía moderna (Friedman, Hayek and so on) es, para Marx, para Dussel (y para cualquiera con un poco de sensibilidad) una aberración.
10. La obra de Marx es difícil. Las traducciones en muchos casos no ayudan nada. La amplitud de la obra, la cantidad de temas tratados, la propia evolución del pensamiento de Marx, la distancia con respecto a su tiempo, son factores que dificultan una comprensión clara. Yo voy leyendo despacio, ahora, los "Manuscritos de Economía y Filosofía". siempre con la intención de volver a leer. No son lo más duro. En el horizonte, la intención de leer entero "El Capital", de cabo a rabo, como Dussel. Para el que tenga ánimo, unas perlas que servirán de introducción: